Tanto en nuestro país como en el mundo entero las multitudes celebran y aplauden mucho más a quien es capaz de aplicar puntapiés certeros a una pelota que a un filósofo que, con sus ideas, puede mejorar la vida de sus contemporáneos. Tal vez por eso, el filósofo Mario Bunge, respetado y admirado tan sólo en los círculos académicos, exiliado más o menos voluntario, profesor en estos días en Canadá, sea prácticamente desconocido en la Argentina, su país natal.
Bunge no es de ese tipo de pensadores que se encierran en un castillo de cristal. Hombre político e independiente, jamás mandó saludos de respeto a ningún Presidente. Más bien es un crítico insobornable de los desatinos que los políticos –e incluso sus conciudadanos– suelen cometer. Con todo, admite que su pensamiento no ha influenciado a su tiempo, y si se le pregunta –vía correo electrónico– si alguien sigue sus recomendaciones, responde sin titubear:
–Ni los perros.
Preguntarle para qué sirve la Filosofía o para qué sirve un filósofo es algo ineludible.
–¿Usted quiere saber para qué sirve la Filosofía en la vida cotidiana? –se pregunta, y responde: –Para todo. Para preguntarse, por ejemplo, ¿qué debo hacer para ganarme la vida? ¿Rezar, delinquir o trabajar? ¿A quién debo acudir cuando me enferme?: ¿A Dios, al médico o a un curandero? ¿A quién debo votar? ¿Al que me prometa un favor personal, o al que se comprometa a hacer algo por el país? Las respuestas a todos estos problemas suponen una visión del mundo, una idea del conocimiento, y algún principio moral. Y la Filosofía se ocupa, precisamente, de todo eso en términos generales. De ahí que haya que enseñarla en las escuelas. Por ejemplo, sería más útil discutir si hay ideas sin cerebros, si la ciencia es utilitaria o si el fin justifica los medios, antes que memorizar los nombres de los ríos secos de La Rioja o las fechas de batallas que sólo condujeron a más batallas. En resumen, la Filosofía puede ser útil. Pero no toda la Filosofía es útil. Hay filosofías inútiles, como la lingüística, y otras perniciosas, como las irracionalistas.
"Somos invisibles"
–Profesor, ¿cómo ven a la Argentina en el Canadá?
–Para bien o para mal, es casi invisible. Hace algunas décadas, la gente solía decir: "¡Ah, sí, la Argentina, el país de las vacas y de Evita!". Ahora, ni siquiera eso.
–¿Sabe, profesor Bunge, que en la Argentina la Filosofía se ha puesto más o menos de moda? ¿Qué hay cursos a los cuales acuden, no ya filósofos, sino personas que buscan el sentido de sus vidas?
–¡Macanudo! ¡Era tiempo! Pero, ¿sabe? mi yo escéptico quiere saber más.¿De qué Filosofía se trata? ¿De la auténtica o de la prefilosofía de Wittgenstein, la que se limita al significado de las palabras y pretende que la gramática dictamine sobre la legitimidad de las preguntas y de las respuestas? ¿O acaso de trata de la falsa filosofía de Heidegger, que pregunta por el ser del ser, y concluye en que el mundo mundea mientras la nada nadea? De todos modos, bienvenida la resurrección, siempre que se trate de Lázaro y no de un impostor.
–¿Se puede enseñar el sentido de la vida?
–Antes de responder hay que preguntarse qué es el sentido de la vida. Para mí se trata de una expresión errónea o equívoca. Cada vida, cada ser vivo y consciente, tiene objetivos y fines. Algunos de estos fines son inmediatos o de corto plazo, y otros mediatos o de largo plazo. Desgraciadamente, solamente una quinta parte de los seres humanos puede darse el lujo de pensar en objetivos a largo plazo. Los demás emplean todo su tiempo y todas sus energías en sobrevivir. Uno de los objetivos de los luchadores por la justicia social ha sido siempre el de mejorar las condiciones materiales de vida de todos, para que todos puedan dedicar algún tiempo a concebir y alcanzar objetivos a largo plazo, tales como crear o enseñar algo inteligente, justo, lindo o útil. Ahora podemos volver a la pregunta original, que yo reformularía así: ¿Se puede enseñar a concebir y perseguir objetivos a largo plazo, o sea, ideales que otorguen sentido a la vida? Seguro. Lo hacen todo buen progenitor y toda buena escuela.
–En reportajes anteriores, usted ha criticado duramente al psicoanálisis y a la actitud de los dirigentes que permiten que se vayan de la Argentina intelectuales útiles, como Milstein. Usted mismo es un ejemplo. La gente se sigue yendo. ¿Qué tiene que decir al respecto?
–El país se va vaciando de gente, y no solamente de científicos, tecnólogos, intelectuales. O simplemente de gente que estaba harta de vivir en la incertidumbre. Milstein, que yo sepa, no consiguió para irse ni siquiera el certificado de buena conducta, porque había militado en un movimiento estudiantil. No pudo trabajar en la Argentina por razones ideológicas. En cuanto a mí, en Canadá trabajo sin miedo y con medios. No temo que me arresten por pensar como pienso, dispongo de buenas bibliotecas y de un salario suficiente para comprar libros y revistas y como para viajar. Se vive con seguridad. Mis únicos miedos son a resbalar sobre el hielo y a que se corte la electricidad cuando la temperatura exterior baja a 25 grados bajo cero.
–Volvamos al psicoanálisis, que fue una moda cultural y de algún modo perdura, ahora junto con la Filosofía, también como moda cultural.
–Es que el psicoanálisis habla sobre fantasmas, a veces inexistentes. Está totalmente divorciado del experimento y es la única "ciencia" totalmente divorciada de la estadística. Para ser analista laico no se necesita nada. Puede ser usted, o yo, o cualquiera. No se necesita ser biólogo, neurólogo ni nada. Paga unos cuantos pesos, se hace analizar, y listo. De todos modos, siempre hubo modas culturales, porque los humanos somos imitadores y porque a la mayoría nos molesta quedarnos afuera e ir contra la corriente. Afortunadamente no todas las modas son frívolas como el rock y el psicoanálisis. Por ejemplo, la música barroca fue una espléndida moda, como lo fueron el darwinismo y la novela realista. Cuando se pone de moda una teoría científica o un estilo artístico, se suelen obtener cosechas culturales excepcionales. Lo malo de toda moda es que arrincona o incluso malogra al inconformista, quien acaso tiene ideas mejores que las que están de mod
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Ricardo Diaz
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Electrónica del Estado Solido
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Segundo Parcial 2010-3
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