jueves, 18 de noviembre de 2010

OCEANÍA IV. HISTORIA.




Los lazos culturales con el Sudeste de Asia permiten pensar en el origen asiático de su población, si bien los más recientes trabajos antropológicos y arqueológicos niegan las migraciones en gran escala. Las técnicas tradicionales reflejan una extremada habilidad en la utilización de materiales como la madera, empleada tanto en la construcción de viviendas como en los cascos de las piraguas. La llegada de los europeos arruinó estas técnicas, al introducir el hierro en sociedades que utilizaban la piedra y el hueso. Así mismo la estructura social primitiva quedó destruida en la acción misional. Sin embargo, el gran drama de O. es la desaparición de su población indígena, iniciada ya antes de la llegada de los europeos, más por la esterilidad indígena que por el canibalismo y las guerras tribales, aunque lo agudizó la introducción del alcoholismo y las enfermedades infecciosas.
      Los descubridores españoles. Los viajes de los portugueses hacia las Molucas aceleró el descubrimiento de O. Sus navíos, arrojados por los monzones, tocaron en repetidas ocasiones sus costas. D. de Rocha arribó a la isla de Lamoliork o Ngoli (1525) y Jorge Meneses, entre otros, a Nueva Guinea (v.; 1527), aunque renunciaron a hacer expediciones a esta zona, pues las Molucas requerían todas sus energías.
      Fernando de Magallanes (v.) puede considerarse el primer descubridor de O. al tocar en la isla de Guam (1521; v. MICRONESIA), en su viaje inacabado alrededor del mundo. Un segundo intento de García de Loaysa (1525) resultó desastroso y, desde entonces, se consideró la ruta del SO en extremo larga y peligrosa, visitándola los galeones de Manila por azar. En efecto, Alvaro de Saavedra, arrojado por los monzones, recorrió la costa de Nueva Guinea (1528), las Carolinas orientales y las Marshall (1529); y Ruy López de Villalobos descubrió nuevas regiones inexploradas de la costa de Nueva Guinea (1544).
      Más afortunados fueron los intentos de llegar a las Carolinas por el Perú. Alvaro de Mendaña (v.) zarpó de El Callao (1567), descubrió las islas de Salomón (v. MELANESIA) y las colonizó durante cerca de 20 años. En una segunda expedición, en la que participaba el piloto Pedro Fernández de Quirós (v.; 1595), descubrió las islas Marquesas (v. POLINESIA) y las Santa Cruz, muriendo al intentar fundar en éstas. Diez años más tarde, Pedro Fernández de Quirós y el piloto Luis Váez de Torres (v.) salieron de El Callao y, después de tocar en las Santa Cruz (1660), arribaron a la mayor de las Nuevas Hébridas, que creyeron continente y llamaron Tierra Australia del Espíritu Santo. Una tempestad les separó y, mientras Fernández de Quirós regresó a México, Váez de Torres prosiguió su viaje a Filipinas, llegó a la costa sudeste de Nueva Guinea y atravesó entre ésta y Australia (v. AUSTRALIA IV) por el estrecho que lleva su nombre. El informe de este descubrimiento se mantuvo en secreto hasta la ocupación inglesa de Manila y la revisión de sus archivos (1762), no atravesándolo ningún europeo hasta Cook (v.; 1770).
      Las exploraciones holandesas. Los marinos holandeses se.lanzaron con entusiasmo a la búsqueda del continente austral, alcanzando resultados muy superiores a los de los exploradores precedentes. Uno de ellos, el comandante A. J. Tasman (v.) descubrió Australia y llegó a la entrada del estrecho de Torres, sin sospechar su existencia. Durante más de 12 años, otros navegantes exploraron esté litoral al que llamaban Nueva Holanda. Tasman, buscando una ruta más meridional, arribó a las islas Tonga y al oriente de las Fiji (1643); fondeó en Java y costeó Nueva Irlanda, Nueva Bretaña y Nueva Guinea. Con su audaz viaje demostró la insularidad de Australia. En una segunda expedición, trazó un mapa detallado del golfo de Carpentaria. Los exploradores de O. después de Tasman, por negligencia, ignoraron los nombres que habían recibido las islas y les dieron una nomenclatura nueva, con lo que la confusión aumentó. En un siglo, el conocimiento de O. se acrecienta especialmente en precisión de detalle.


      Las exploraciones científicas. A mediados del s. XVIII, surge la curiosidad por O. Los marinos ingleses y franceses, liberados de las luchas coloniales, se dedican de nuevo a las exploraciones. El comodoro Byron (1764) sólo realizó una aportación complementaria sobre las islas Tuamotú, mientras Wallis descubrió Tahití (1767), y Carteret, separado de él por una tempestad, fondeó en las Santa Cruz y las Salomón, y descubrió que Nueva Bretaña era en realidad dos islas, llamando Nueva Irlanda a la del E.
      Estos viajes, faltos de organización material y científica suficiente, contribuyeron mediocremente al conocimiento de las islas oceánicas. En los viajes posteriores se vigiló la seguridad de los navíos, la higiene de la tripulación y los instrumentos de precisión. Cuando Bougainville atravesó el Pacífico (1766) le acompañaban un naturalista y un astrónomo; una nueva era había empezado en los viajes oceánicos.
      Los viajes de Cook. Navegante incomparable, fue un precursor en los trabajos de hidrografía y astronomía náutica. En su primer viaje, llega a Tahití (1769), toca en Nueva Zelanda (v.), descubre el estrecho de Cook y atraviesa el de Torres. En su segundo viaje, determina definitivamente la existencia del continente antártico (1772), explora la Polinesia, amplía los conocimientos de las islas Marquesas, Tonga y Nuevas Hébridas, y descubre las de Nueva Caledonia, Norfolk y Pinos. En su tercer viaje, arriba a Nueva Zelanda y Tonga, y recorre el archipiélago de Cook, pero sobre todo fue el redescubridor del gran archipiélago polinesio de las Hawai, que ya habían visitado los españoles en sus viajes a Filipinas. Gracias a Cook, la geografía de O. franqueó una etapa decisiva, hasta el punto de que los mapas actuales poco difieren de los suyos. Desde entonces, la historia del Pacífico será la de cada una de sus islas, pero quizá su aportación más importante sea su periplo por la costa australiana, abriendo este continente a la colonización inglesa, que sería la base de su posterior soberanía en el Pacífico.
      La labor misional. La intervención europea en O. está más marcada por la rivalidad entre las misiones protestantes y católicas que por la de los imperialismos (v. VI). Los indígenas distinguieron mal los conceptos de cristianismo de los de dominación extranjera, y sus revueltas estuvieron acompañadas de apostasías. Las misiones inglesas surgieron al margen del control estatal. Prefirieron controlar las dinastías locales y convertirlas, con lo que podían ejercer una teocracia, que les permitía las ventajas de la ocupación sin sus responsabilidades. Australia fue la base de su actividad misional. Por el contrario, la evangelización francesa fue estimulada por el Gobierno, surgiendo órdenes religiosas nuevas a este fin.
      Las luchas de los imperialismos. La rivalidad político-religiosa entre Inglaterra y Francia se vio agravada en la segunda mitad del s. XIX por las apetencias australianas, alemanas, holandesas y norteamericanas. Al mismo tiempo, el descubrimiento de la copra (1868) y la extensión del cultivo de las plantaciones produjo cambios profundos, pues los colonos, ávidos de dinero, buscaron mano de obra barata, surgiendo una esclavitud indígena más dura que la antillana, que produjo una violenta oposición indígena hacia todo lo europeo y hacia los progresos técnicos que éstos intentaban introducir.
      La I Guerra mundial tuvo un carácter episódico en O. El Japón ocupó los archipiélagos de Micronesia, tras su declaración de guerra a Alemania, lo que suscitó la desconfianza de Australia y la irritación norteamericana. Pero quizá el hecho más trascendente sea el éxodo de chinos, japoneses e hindúes a los archipiélagos en vías de despoblación, que modificó profundamente su estructura social. Durante la II Guerra mundial, O. fue escenario de luchas sangrientas tras la ofensiva japonesa contra las posesiones norteamericanas e inglesas. La batalla del mar del Coral señala la primera derrota japonesa en el Pacífico, y la de Guadalcanal, quizá la más cruenta, la aniquilación de su flota. Terminada la guerra, se abrió una nueva era de paz para O. Al mismo tiempo, allí donde las condiciones geográficas lo permiten, surgen movimientos nacionalistas y se perfilan los primeros elementos del Estado independiente. Uno tras otro, los archipiélagos van alcanzando la independencia o la autonomía.
M. J. ALVAREZ PANTOJA.
    BIBL.: D. OLIVER, Les ¡les du Pacifique. L'Océanie des temps prfmitifs á nos jours, París 1952; J. GUIART, Otéame, París 1963; H. MAUDE, Of islands and men. Studies in Pacific History, Melbourne, 1968; A. JULIEN, Histoire de 1'Océanie, París 1971.


GUILLERMO ALEXANDER HERRERA RODRIGUEZ CI:83636459 
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